miércoles, 13 de octubre de 2010

LOS MEGA-RECITALES

A proposito del cerveza-rock
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Hace tiempo que los mega-espectáculos dejaron de gustarme, hablo de esos eventos maratónicos donde tocan 12 bandas, donde asisten miles de personas y donde la camaradería de pertenecer a una logia cuasi masónica es un sentimiento inexistente; en ese mar de gente hay cualquier cosa menos una afinidad de gustos musicales, la mayoría de la masa va porque les gusta la movida, porque lo promocionan por la tele o en su programa de radio favorito, pero la mayoría de las veces no tienen ni mínima idea de quienes son los peludos que suben al escenario, termina siendo una peregrinación donde no se sabe ni a que santo se va a adorar.

Hace rato que prefiero ver una banda en la butaca de un teatro o en una mesita de algún bolichón que revienta si mete más de 150 personas, y lo aclaro desde ya, no me estoy poniendo viejo, quizás un poco más irascible pero es que incursionar en una actividad de estas no es moco e´pavo.

El primer gran problema es “la cola”, si llegás temprano te comés una cola de tres cuadras, si llegás sobre la hora también. Pero el problema no es el tiempo que uno pierde formándose en fila india y cogoteando cada tanto para ver que joraca pasa que la fila no avanza, el verdadero problema son los especimenes que uno puede encontrar en este hábitat, por ejemplo el borracho, que busca complicidad y camaradería con sus vecinos entonando una que sabemos todos, agitando remera en mano y torso desnudo (aunque estemos en Julio) y lanzando sonidos guturales como ¡Vamo lo redoooó, vamo lo redoooó!, generalmente este tipo ni entrada tiene. El que pide una chapa también es infaltable, se ponen al final de la fila y te dicen “¿flaco una moneda?” y uno que es un verdadero cobarde, en vez de negarle la dadiva así sin más, comienza a realizar un acting, palpándose los bolsillos simulando verdadera preocupación, para culminar con un “pah… ¿sabés que no tengo nada?”.
La desesperación es otro factor infaltable en la cola, te quedan como dos cuadras y suenan los primeros acordes, estos son como una señal, la gente empieza a empujar a correr por tus costados y obvio la coladera se hace inevitable, “estás en tierra de nadie, corre por tu lugar muchacho” resuena en tu cabeza y cuando querés acordar estas empujando a un desconocido y participando de la histeria colectiva.

Ya estás adentro, la montonera es abrumadora y en el momento en que sonará el hit de la banda, el borregaje todo y algún amigo paparulo sacará su celular para filmar el momento, filmar unas manchas blancas que serán las luces del escenario y un audio saturado que ni mierda sabrás lo que filmaste dentro de 2 años, también existirán altas probabilidades de que frente a vos se acomode algún lungo, algún rasta, algún imbecil que sube a su novia a los hombros haciéndote imposible una clara visibilidad del show, deberás conformarte con ver un pedazo del escenario donde con mucha suerte se parará la segunda guitarra de la banda, banda que muchas veces ni siquiera te gusta, vos fuiste a ver a los Queens of the Stone Age, que tocaran dentro de 2 horas, ahora estás viendo a la Abuela Coca.

Y que problema cuanto te entra la sed, obvio que tenés que iniciar una nueva aventura en busca de la barra, en la cual ¡ho sorpresa! deberás hacer una nueva cola, esta más desordenada que la de la entrada, donde dinero en mano y brazo extendido deberás implorar para que te fajen 100 mangos una latita de cerveza que ni fría está, luego de interminables minutos te atienden y uno que en el fondo es un boludo importante les dice “gracias” luego de la infame estafa.
Hace cuatro horas que estás ahí (sin contar la peregrinación), recién se desarrollo un tercio del espectáculo y vos ya estas recontra podrido, ¿te vas a ir? No, porque uno se podrá quejar, estar cansado, atomizado por bandas execrables, pero uno es un ratón y debe hacer valer su entrada, yo pagué por esto yo me quedo. ¿Y al final que queda? El comentario del espectáculo con los muchachos, el decir “yo estuve ahí”, bueno, en realidad a cien metros y con miles de personas en el medio… apostaría que se ve mejor por la tele, que tiene mejor sonido por la radio y yo acá en medio de la masa cuando comienzan a caer las primeras gotas.

lunes, 16 de febrero de 2009

NO ES CASUAL EL COLOR ROJO

Podemos afirmar que una de las principales características del planeta La Tierra es la diversidad, esto no es más que la multiplicidad de voluntades y corrientes de pensamientos que surcan este universo, tan homogéneo y heterogéneo a la vez.
La diversidad se presenta ante nuestros ojos a través de las más variadas actitudes y decisiones cotidianas que un hombre puede tomar en el diario vivir.
La capacidad de resolver los obstáculos diarios a través de diferentes procedimientos o maneras es diversidad, porque nuestra historia de vida, así como nuestra condición socio-cultural, determinaran el porque de nuestro accionar, y determinarán entonces el porque resolvimos tal problema de tal manera y no de otra. Repito por ultima ves: eso es DIVERSIDAD, un mundo un continente, un país, una localidad, donde conviven personas diferentes en todos los aspectos, pero que a diario tienen que lidiar con diferentes herramientas, para abordar un mismo problema.
Como en el accionar cotidiano no existe un único camino para elegir, algunos seguirán el camino marcado por sus antecesores, el camino aceptado por las mayorías, mayorías que si no son sabias, por lo menos camuflan el error; y otros, los más compadritos, buscarán innovar, transitar por un camino nuevo para sortear los obstáculos que la vida nos presenta.
Un problema cotidiano puede generar diversas escuelas teóricas para sortear el escollo, las aguas se dividen ante más de una opción resolutiva, amigos dejarán de hablarse y otros tendrán tema de discusión en el boliche.

El caso de la cintita roja en el paquete de galletas o galletitas, es uno de esos temas que dividen al mundo en dos; están aquellos que lo encuentran práctico, una innovación tecnológica creada para facilitar nuestro estilo de vida occidental-burguesa, una creación que busca ahorrarnos tiempo, facilitarnos nuestro paso por este mundo apresurado e irrevente, un sistema de apertura que nos diferencia de las bestias… que es eso de obtener nuestro alimento utilizando las uñas, garras dirán algunos, ¿qué bestia retrograda se niega al avance de la tecnología y opta abrir el paquete por cualquier lado? la diferencia entre un chango del paleolítico y nosotros estilizados hombres modernos, es la cintita roja.
Yo en cambio me paro en las antípodas del argumento anterior, la cintita roja en los paquetes de galletitas es enigmática, ingrata, perturbadora. Cuando nos enfrentamos a este artilugio propio del sistema agobiante en que sobrevivimos, nos encontramos ante un doble mensaje, por un lado un cartelito que dice: “tire aquí”, ¡absoluta falacia! La palabra debería ser escarbe aquí, ya que gastaremos nuestras uñas en busca de la puntita roja que acredite el accionamiento del mecanismo de apertura, pero una nueva bofetada nos volverá el rostro hacia la más cruel realidad, el extremo de la cintita roja, ¡jamás está ahí!
La segunda revelación sólo será apreciada por los espíritus críticos, aquellos que no aceptamos ningún juicio certero sin previa fundamentación, nosotros, los herederos de los alquimistas modernos. Ante la primera inspección ocular, veremos que además del supuesto dispositivo tecnológico (la cintita roja) percibimos con pasmosa claridad, que en ambos extremos del paquete, aparecen sugerentes pliegues, pegados unos con otros, donde evidentemente en algún momento por allí fueron introducidas las galletitas; es aquí, donde todos aquellos que creemos que toda abertura de entrada, perfectamente puede servir de salida, optamos por este ultimo recurso para obtener nuestras preciadas galletas.
También están los impacientes, que aseguran el paquete en una morsa y tramontina en mano, pasan a degüello al noble alimento, pero esos, son desvíos en los que no incursionaremos.
Yo no comparto tu manera de abrir las galletitas, pero daría mi vida por darte el derecho para que lo hagas como se te cante el culo.
He dicho.

domingo, 8 de febrero de 2009

SIGLO VEINTIUNO




Que lindo es trabajar en el turno de la mañana, toda la tarde libre para poder dedicarse a lo que más le plazca a uno; leer un buen libro es una apetecible opción, cual Birdman y su fiel amigo Vengador (cguarck!!!) sentarse a recibir los rayos del dios Febo en la playera, bajo un árbol, o a un costadito, para recibir la justa dosis de rayos UV sin arriesgar un cáncer de piel.
Pero antes, un merecido almuerzo, y de paso nos informamos de cómo está el mundo, para algo uno paga el cable. Breve recorrida por los noticieros internacionales donde más o menos todos repiten lo mismo, para terminar en los informativos locales que duplican servilmente las imágenes que ya vimos antes en CNN, TVE y TN, así como renuevan a la perfección en mi mente los titulares de las páginas noticiosas de la Internet.
Como ya me siento informado y conocedor de la existencia miserable de la humanidad, creo conveniente distenderme realizando un implacable zapping televisivo; entre el control remoto con poca pila, mi maldita tele que demora como 3 segundos en enganchar un canal con otro, más la programación de excelencia de un jueves a la tarde, comienzo a darme cuenta que quizás sea mejor abandonar esta tarea infructuosa de casi dos horas para ocupar el tiempo en alguna actividad lúdica, gracias a Tata Dios no es necesaria la complicidad de la familia o de algún amigo como en épocas prehistóricas para jugar a la conga, el banquero del hogar o a las damas, la bendita computadora nos facilita un rival al que incluso podemos manipularle su coeficiente intelectual para poder derrotarla hasta el hartazgo, y en caso de que la partida se complique, no se quejará cuando la reiniciemos para mantener nuestro invicto impoluto, sin manchas, para envidia de Ana, Jesús y Manuel, esos eternos perdedores del Corazones.
Con los ojos enrojecidos por el monitor, llega el momento de poner mi cerebro al servicio de la cultura y pienso en que es una buena hora para disfrutar de algunos de los DVD que he ido acumulando en mi casa, provenientes de amigos, parientes y descargas propias; películas y documentales recomendadísimos, que cada vez que comienzo a ver soy atrapado por la modorra, el sueñito, las ganas de ir al baño y nunca los termino, en esta ocasión no ocurre nada diferente y si bien logro terminar alguno de ellos, tengo la sensación que no recuerdo muy bien nada de lo que vi.
Antes de acostarme, reviso mi flaca casilla de e-mails, mi página en Facebook donde nunca ocurre nada, me preparo una cena rápida y me encamino muerto de sueño a la catrera… como habitualmente sucede se me va el sueño, doy unas vueltas, y ante la imposibilidad de caer en brazos de Morfeo, opto por levantarme.
Mejor me dispongo a instalar un juego buenísimo que me pasaron en el laburo. Es de detectives, de esos que buscan tesoros y deben ir avanzando las pantallas resolviendo complejos puzzles (mucho más divertidos que los de cartón que con el tiempo y la humedad se iban arqueando haciendo imposible armar la cabeza del gato en el florero sin que la madeja de lana se separara del resto del rompecabezas), disipando enigmas, encontrando objetos ocultos, con un toque de acción y aventuras, al pasar por una caverna debo evitar a un cuarteto de malucos que me quieren detener, saltar con precisión felina para sortear un acantilado, atravesar un corredor oscuro y lleno de peligros hasta llegar a tres puertas, la elección del portal correcto haría tiritar al más guapo, resuelvo elegir la primera, lo hago rápidamente porque dos perros rabiosos me pisan los talones, penetro en un salón amplio, es mi lugar de trabajo, allí me reclaman que es la segunda vez en la semana que llego tarde y que hace meses que no cumplo mis tareas de orden burocrático, me siento en una de las máquinas de sala de computación, armo el plan anual y me dirijo a mi casa a imprimir el documento, luego me acuesto unos minutos. La vida es cruel y dura ya lo dijeron los noticieros.
¿El libro? Lo dejo para cuando en carnaval me valla para el Polonio, total allá no hay electricidad.

domingo, 1 de febrero de 2009

¿QUÉ GUSTO TIENE LA ARENA?


Dentro de las miles de observaciones que un devoto de la virgen Aldope puede realizar a la cotidianeidad está el ítem referido a todo aquello que la palabra surtido involucre.
Cuando hablamos de SURTIDO nos referimos al articulo de comercio que se nos ofrece de forma variada, aleatoriamente, evitando de esta manera que nosotros apuradísimos clientes posmodernos perdamos preciosos minutos en la elección de una docena de bizcochos.
Algunos ejemplos de productos que se pueden adquirir en la modalidad “surtido” en comercios de la zona son: Masitas Finas
Bombones (preferentemente Garotos)
Galletitas
Yo no sé si ustedes se dieron cuenta de que cuando los comerciantes nos dan un paquete de algo surtido, en realidad nos dan requeche, es decir, todos aquellos productos que jamás nadie en sus cabales elegiría. Si usted compra masitas le llenarán su paquete de tortitas y masitas secas, con suerte tendrá que disputar esa única bomba de chocolate con una familia poca numerosa.

Pero el tema al cual quiero apuntar es al de las galletitas surtidas, para un pobre lo más parecido a una caja de bombones que verá en su vida, un paquete de surtidas del trigal es como la caja de bombones de las clases proletarias.
Cual inspector de calidad raudamente escaneamos en la bolsa abierta buscando las rellenas, las bañadas en chocolate, deliciosos gorilas albinos en medio de la monada rustica y olorosa.
Obviamente el Mestro cubano se tomó muy en serio lo de “lo bueno en frasco chico” pues al cuarto o tercer manotazo dentro del paquete nos encontraremos solamente con puñados y puñados de galletas arena; una galleta que si la miras parece de arena, cuando la agarras parece arena, pero cuando la mordés ahí si decís… Pero la puta si son de arena.

Por suerte, a medida que acumulamos años cada ves es menos frecuente el cruce con estos perniciosos elementos azucarados que prometen desde su paquete una ilusión comercial, hoy en día la botijada la lleva en su mochila para las meriendas compartidas, las tías viejas siempre tienen un paquete encanutado por si caen visitas, yo desde la postura del niño que revolvía el paquete ante la inquisidora mirada de los adultos proclamo: “muerte a las galletas de arena, larga vida a las Lu-Lú de chocolate!!!!”

martes, 27 de enero de 2009

¿Es usted un alfeñique de 48 kilos?



Existen momentos en que dos son multitud; el ditirambo solitario por calles desconocidas tiene su toque libertario, me detengo aquí, saco una foto allá, charlo con este por acá.

Siempre me he sentido mas cómodo y seguro caminando solo que ante la presencia de una mujer; hay una irrefutable razón para ello; uno se sabe un cobarde, uno más o menos sabe como puede reaccionar ante un caso extremo y eso es mas que suficiente razón para evitar que una mujer también lo sepa. Además, si yo camino solo por un territorio poco amistoso, los malandras se acercarán en busca de simples bienes materiales –no es que no me preocupen- pero mi reloj o mi celular jamás me dirán que me comporte como un cagón.

Desde la revolución neolítica pasando por todas las revoluciones tecnológicas, científicas e ideológicas hasta el día de hoy, la humanidad tiene una proclama en sus labios: la “ley del más fuerte” ha sido superada por la razón, que hoy uno vale por su intelecto y no por sus músculos, que el tamaño de las personas está en su capacidad cognitiva y no en su talla… pues bien va siendo hora de que eso se desmienta.

Uno camina acompañado por una dama a altas horas de la noche por un barrio decididamente hostil, al doblar una esquina se topa con un personaje oscuro, libidinoso, de dos metros treinta, que atraca a su compañía con frases un tanto subidas de tono referidas a las partes curvas de la chica. ¿Cómo reacciona usted que es un pusilánime, un enclenque de 48 kilos, que jamás peleó con nadie en su vida? Seguramente su postura ante el hecho será de espanto y horror, sobre todo si su adorable compañía insulta al parroquiano, mientras se aferra de su flaco brazito buscando resguardo, es en esos momentos donde a usted la realidad lo aplasta; ¿Cómo actuar ante tan evidente infortunio? Si usted es un gallina como yo, seguramente se hará el que no oyó nada, apurará el paso y dirá frases como: “calláte boluda” rezando por que el intruso se aleje perdonándole la vida.

Les aseguro que esa situación no tiene retorno, a partir de ese momento su pareja lo verá como a una niña, jamás volverá a ocupar el lugar de hombre en la visión de esa muchacha, su relación, está destinada al fracaso.

Es por eso que desde aquí proclamo y reclamo que el Estado nos brinde armas a los hombres débiles –no solo eso- que permita disparar absueltos de pena si las circunstancias –como la ilustrada- lo requieran y ahí sí… que se vengan nomás… que se hagan los guapos, que como ya se sabe, esos, se terminaron con la invención de la pólvora.

viernes, 23 de enero de 2009

HABLEMOS DEL TIEMPO



La tormenta se aproxima nuevamente, tiempo de lluvia, tiempo de suspender todo tipo de actividades, esta vez nadie dio un alerta metereológico desde canal 10, pero es mas que obvio que un temporal asecha, se aproxima, hoy las profecías de los científicos volverán a fallar, falsos visionarios del S XXI, analistas políticos del clima, embaucadores de saco y corbata… sino pregúntenle a la vecina, a la que el temporal que nadie previó le tiró la medianera y le mato al gato…la vecina de la cuadra… Anita… la que se parte al medio.

Me imposto en la figura de un poeta y clamo por Anita, “que buena está la vecina, jamón del medio, pero no da entrada ninguna, cero bolilla” inmediatamente luego de inspeccionar el cielo, anuncio que va a llover y me hecho al abandono, reniego de mi maldita suerte; clamo por un mejor destino, espero una oportunidad… si tan solo se parara frente a mi y dijera: “¿señor tiene hora?”
Uno entiende que ella es bella, reconoce y recorre todos los días sus deliciosas curvas, su melena encantadora, sus ojazos demasiado grandes, su sonrisa sin aparentes caries, sus manos, sus labios, su piel… es por eso que religiosamente uno baldea a esa hora la vereda; Odio las semanas que trabajo a la tarde porque me pierdo sus piernas gambeteando el charquerío, por eso es que hasta el truco con los chochamus he suspendido para no perder instante, para no perder detalle… de la vecina.
Dichosos los ojos que la ven Anita… lo digo para mí, ella no me ha escuchado nunca, ni siquiera se si me ha visto, si me registra… pero continuará así, prefiero el silencio y las tinieblas, ante que la exposición y el rechazo.
Todas las noches sueño que nos besamos, -deme un beso Anita- le digo y ella quien sabe por que designios secretos… me besa, en los sueños soy joven y bello y le prometo cosas… prometo amor eterno, que no la dejaré jamás, trabajar como un burro para ella… y Anita… llora de la emoción.
Yo que me la juno toda, que tengo bitumen recorrido me doy cuenta…y me parece mentira que vos lo ignores, yo te veo salir con hombres… no duran mucho por el barrio, ellos no te quieren, o quizás si, pero son señores transitorios en tu vida, a la mínima… luego que vos le diste todo, ellos buscan una excusa y si te he visto no me acuerdo. Yo enloquezco por decirte que esos hombres no te convienen, que alguna vez los oí en el boliche hablando de vos, que no te merecen, que no obtienen mi confianza.
Y ojo yo no pido mucho… lejos de mi está pedirte que conozcas mi pieza, que miremos el show del mediodía los domingos después de una raviolada, que me avises cuando hierva la caldera…
Pero si por lo menos me saludaras… recordaras mi nombre… de última soy tu vecino. Si voz Anita algún día me aceptaras un mate, sería capaz de ponerle azúcar si vos lo pedís, me compro la discografía de Pablito Ruiz, me hago hincha del manya, porque todo por vos no es una frase hueca, yo, por tus ojos, Anita, soy capas de renunciar a la siesta... porque cada ves que te veo, el estomago salta como un conejo, segrego saliva como el perro de Pavlov, me explotan los ojos y sufro tortícolis por verte entera… por verte cuando te vas.
En cambio yo soy mas respetuoso que mi cuerpo, tengo miedo de molestarte, de pecharte, de ofenderte, de estorbarte, de cohibirte, no me importa si tenés dentadura postiza, si no te cortas las uñas de los pies, no me importa… sueño con el día, mejor dicho con la tarde, en que sentado bajo la parra, escuchando a Kesman, entre mate y mate te cuente como va el partido y vos te rías… me digas que la culpa la tiene Paco, me alcances un pedazo de pan casero y juntos gritemos un gol de Nacional.
Sos tan linda… te amaría hasta la muerte… pero me parece… que se larga a llover.

ODIO A COPSA


Día entre semana a media tarde y uno como un jeropa haciendo mandados en Pando, terminados los quehaceres mundanos, me dirijo a la histórica parada donde descansan todos los héroes esperando el 754, Wilson Ferreira y Piovene.
Espero por el lapso de treinta minutos prestando secreta atención a la charla de dos comadres que hablan del tiempo y que se yo, cuando lo veo, majestuoso, implacable, el Salinas se acercaba cercado por dos bondis más que venían delante de él.
Paran los tres al unísono, quedando mi preciado pasaporte a casa a mitad de cuadra con la puerta abierta, oportunidad que aprovecha una vieja para treparse con inaudita agilidad, yo ahí dudé, no supe si avanzar en su búsqueda o esperarlo en la esquina, en un rapto de coraje avancé, di cinco o seis largos pasos, cuando los dos primeros ómnibus comienzan a avanzar, no supe si seguir, camine tres, retrocedí dos, dude nuevamente, el coloso se acercaba y yo ya no estaba en la parada, al fin decidí volver al punto de inicio. Viendo que ni por asomo llegaba a la esquina estiré el brazo, seña inconfundible que detendría al Copsa. Al mando de la máquina un señor entrado en años amago a no pararme, solo amago porque en la esquina se detuvo, quizás porque había mucha gente en la parada y eso lo atribuló. Viendo que el chofer del Copsa no tenía agallas para dejarme de seña me envalentone y caminé hacia el ómnibus tan lento como un cristiano de 28 años puede hacerlo. Subí, pedí boleto a Empalme Olmos.

Mientras el conductor bastante entrado en años me digitaba el boleto, me increpa sobre porque no me dirigí hacia el ómnibus en vez de esperarlo en la esquina, me mira, espera respuesta; sorprendido y desprevenido intento responder cordialmente “es que quedé a media tabla y no supe si avanzar” en mi foro intimo, siempre creí que un lenguaje futbolero y llano podía ser un excelente apaciguador, por que no el chiste, primera trinchera del cobarde. Al parecer al as del volante no le habían bastado mis explicaciones, por eso, entre dientes, evitando que el resto del pasaje se percatara del suceso me dice: “Pero vos sos medio taradito… no?”

Yo realmente no entendí bien lo que me dijo el viejo, me pareció percibir que el chofer me estaba insultando, y es por eso que casi inocentemente, inclino mi cuerpo hasta lograr nivelar mi altura con la del chofer y le pregunto en un tono más elevado ¿Cómo?, “doce pesos” me responde el bondinauta. Ahí sí, el señor había achicado por segunda vez, era mi oportunidad, cual perro cuzco favorecido por las circunstancias lo atore, le metí el peso casi; “vos sos medio atrevido me parece”, “bastante atrevidito” iba vociferando por el pasillo rumbo al asiento, con el pecho hinchado, la frente en alto y pensando “este hijo de puta me va a pasar de la parada”